Esta es una historia personal de la familia Bonilla. La Dr. Nancy Bonilla ’96 es profesora de Español y Directora del Departamento de Lenguas Modernas en Olivet Nazarene University. Jorge Bonilla trabaja como Coordinador de Retención en Olivet.
En mayo de 2015, hice la llamada a la trabajadora social para comenzar el proceso de adopción internacional. Mi esposo, Jorge, y yo no pudimos leer la Biblia sin pensar que Dios esperaba que tomáramos un papel activo en cuidar al huérfano.
Después de investigar unos países, decidimos adoptar de México. No fue una decisión difícil por algunas razones: Jorge nació y creció en México, los dos hablamos español, y la edad mínima de un niño elegible para adopción internacional es cinco años.
La edad mínima fue muy importante porque nuestro motivo por adoptar era “misional.” Aunque hay desafíos únicos al adoptar niños mayores, queríamos dar específicamente un hogar a los niños que quizás no serían considerados por otros.
Después de tres años largos de papeleo, viajes a México y demoras, los nuevos miembros de nuestra familia, nuestros hijos menores Aimé y Eduardo, llegaron a casa con nosotros el 1 de septiembre de 2018.
Aunque pasamos tres años orando por este día, nuestra familia creció de cuatro a seis de la noche a la mañana. A veces las transiciones son duras, y cada uno de nosotros hemos experimentado desafíos.
El comportamiento que permitió que Aimé y Eduardo sobrevivieran en una casa hogar no funciona bien en una familia. Estamos enseñándoles lo que significa vivir en familia, porque las experiencias y las expectativas de una familia son completamente nuevas para ellos.
Actualmente, sólo estamos unos meses en el proceso de transición. Aunque ha sido desafiante, también ha sido bueno. Todo lo que vale la pena es difícil a veces, ¿verdad?
A pesar de los desafíos, hemos experimentado muchos momentos hermosos en que Aimé y Eduardo se han reanimado. Ya tienen una voz, y están aprendiendo a expresarse mientras experimentan emociones nuevas. Están aprendiendo a orar a un Dios que los ama y que tiene un plan para sus vidas. También han compartido con nosotros su entusiasmo para nuevas experiencias, como subirse y bajarse en ascensor, comer en bufet y tener alguien que quiere leerles libros o contestar sus preguntas.
La adopción es hermosa, pero sólo puede ocurrir después de angustia. Resolver esta angustia emocional con nuestros hijos es difícil. Estamos muy agradecidos a la gente que nos ha animado para que pudiéramos invertir tiempo en nuestros hijos. Vecinos nos regalaron ropa en las tallas de nuestros hijos porque sabían que no tuvimos tiempo para ir de compras. Familia y amigos nos trajeron tarjetas de restaurantes, comida casera y provisiones, permitiendo que pasáramos tiempo valioso para integrarnos como familia de seis. Estudiantes actuales y anteriores nos sorprendieron con regalos de dinero, haciendo que los gastos fueran menos pesados.
Amigos, conocidos y desconocidos innumerables oraron por nosotros—y siguen orando—mientras tratamos de convertir nuestro hogar en un lugar de restauración, donde Dios puede sanar los dolores del pasado. Sin el apoyo de la iglesia, no hubiéramos tenido la energía para dedicarles el tiempo necesario a nuestros hijos.
¿Por qué adoptamos? Adoptar es la idea de Dios. Él nos adoptó primero. Y si soy completamente honesta, todavía me enseña—y enseña a mi familia—lo que significa vivir en Su familia.
Lee la historia de los Bonilla en Ingles aquí.
Read the Bonillas’ story in English here.
Publicado: 12/13/2018